viernes, 22 de mayo de 2009

Manumisión - Cajas

Ahora todo se reduce a hacer cajas. La caja es la unidad mínima e indivisible del proceso de traslado. Tienen forma de paralelepípedo más o menos regular, dependiendo de la habilidad o esmero con que se hayan empaquetado y precintado. Es una forma bastante práctica, toda vez que se pueden apilar unas encima de otras formando bloques bastante grandes que ocupan todo el espacio por donde antes uno podía moverse. Estos bloques, a su vez, y debido precisamente a su forma de paralelepípedo, encajan bastante bien en los espacios construidos por el ser humano, sean edificios o camiones de mudanza.

Todo muy euclidiano. Paredes planas, aristas, esquinas, formas que no se ven casi en la naturaleza, sí, hay algunos minerales que crecen con esta forma, eso me preocupa, no debería ser así, lo cierto es que tenía la idea de que las líneas rectas, los planos y sus intersecciones volumétricas sólo existían en la imaginación humana, porque en la vida real uno no encuentra nada de eso, no me refiero sólo a la naturaleza, las propias paredes parecen planas pero si uno las examina al microscopio resultan ser irregulares y muy accidentadas. Venía digo con la idea de que lo plano y lo recto no existen más que en nuestra imaginación, pero me he acordado de la pirita y ahora me quedo preocupado, no vaya a ser que la imaginación se componga de algún compuesto o isótopo de pirita. Probablemente en estado gaseoso, burbujas efervescentes irrigando de microembolias el cerebro, tal vez la razón humana es una permanente lesión de mollera, un mal viaje que dura décadas.

Menuda putada como sea así. Ya digo que me quedo preocupado.

Cajas. Por todas partes. Reproduciéndose como hongos, llega un punto en que no sólo ocupan los huecos entre las mesas y el pasillo sino que se amontonan en mi mesa, emparedándome, hasta por fin ocupar mi sitio, mi propio sitio:


Mi eficiente substituto

Me largo de allí consciente de que no voy a volver a pisar esa moqueta ni apoltronar el culo en esa silla, ni asomarme a la misma atalaya pustular desde donde empecé a propagarme, la ventanita con vistas a la blogociénaga, el ojo de buey de mi submarino (creo que ya he comentado que en casa no tengo interné y todo mi chapotear por estos cenagales virtuales lo he hecho en horas de trabajo, como debe ser). Ahí dejo, sumergida, alguna que otra piedra.

La semana que viene se demostrará que es imposible que todas estas cajas quepan en la hongosa sentina a la que vamos, a la que van, mejor dicho, que yo por poco tiempo. También haré fotos de ese inconveniente y de sus consecuencias, como se puede ver estoy dando parte de todo el proceso, lo retransmito, aunque tal relato no sea muy edificante ni destaque por sus valores épicos precisamente. No, el tono es más bien de dossier, datos, cifras, gráficas fotocopiadas, todo muy gris, muy de chupatintas ojeroso.

Me veo de algún modo obligado a dar fe y razón de que lo que digo es verdad, temo que si no hago así nadie me crea, por ello aportaré fotografías que ilustren el aspecto general y la concreta insalubridad de la sentina, y no descarto tomar y publicar conmovedores y muy artísticos retratos del facha con pluma y los demás. Como el fotógrafo que viaja al tercer mundo a observar sin participar de la esclavitud ajena, enfocaré la cámara hacia su cara y dispararé, señalaré con el dedo, será mi manera de decir “Ahí te quedas”. Como el fotógrafo que viaja al tercer mundo, ya digo, sólo que yo no organizaré lucrativas exposiciones al volver a casa, sólo publicaré aquí esos primeros planos del facha con pluma y los otros, vestidos en mono de faena, sucia la cara de hollín, carita triste de niño minero. Sería violento si por casualidad alguno de ellos cayera aquí y al reconocerse leyera esto, lo leyera todo, pero ya, total...