martes, 19 de mayo de 2009

Leche invisible

Todo esto empieza porque estoy sentado en una terracita a pie de calle esperando a que me traigan el café con leche que he pedido, es la pausa del café y lo cierto es que hace un tiempo estupendo para estar sentado en una terracita de buena mañana; pues bien, todo este civismo de sonrisa y periódico doblado salta en pedazos cuando el camarero me trae una taza llena sólo hasta la mitad de café, el tipo debe estar también con la cabeza en otra parte porque se ha olvidado la leche.

Café sin leche

¡Qué despiste! dice, pero cuando trae la jarra de metal donde los camareros transportan su espumosa y abrasadora leche, está vacía. ¡Debe estar bromeando! le digo cuando se dispone a verter el hipotético contenido de dicha jarra, sospechando que me está haciendo la de Rufio en Nunca Jamás, esa pantomima de sentarse a comer a una mesa cubierta de platos vacíos, al principio uno no entiende, es normal, los primeros días. La gracia está en llevar así una semana, que el hambre le haga a uno delirar y ver en la mesa spaghetti de plastilina y pollos de goma.

Pero no.

Realmente trae leche invisible, leche que al calentarse se vuelve completamente traslúcida pero que no deja de estar ahí en ningún momento. No vaya nadie a pensar que es como echar agua, hay magia aquí, no es un simple café aguado, porque el agua es transparente pero no invisible, deforma la luz.

En realidad verter esta leche especial es más bien como llenar la taza de aire, el aire sí es invisible, así que el resultado es como bajarle la opacidad al café:

Café con leche invisible


Bueno, en realidad no se ve muy bien, porque al bajarle la opacidad se mezcla con el blanco de la taza y queda marrón claro igualmente, si hemos de decir la verdad sí parece café aguado.

Pero por leche se entiende también esperma o semen, sigamos por ahí, sigamos en plural. No nos interesa tanto el aspecto reproductivo (que sería la generación de embriones parcialmente transparentes) ya que estadísticamente hablando el uso reproductivo del esperma es muy pequeño, y por tanto despreciable. Es por ello que nos centraremos en su uso visual, esto es, en la faceta pornográfica de la leche.

Hoy día en pornografía se utiliza mucho el esperma como componente de gran fuerza visual, pero no siempre ha sido así. Tampoco es descabellado suponer que antes del porno nadie hacía esas cosas de correrse en las caras de los demás. Es cierto que a primera vista esta práctica no tiene mucha lógica, pero pensamos que un análisis más detenido puede resultar revelador.

Hemos intentado averiguar cuál fue la primera vez que se incluyeron en una película pornográfica imágenes de la eyaculación masculina, y más concretamente de la eyaculación en el rostro de una señorita o señora, por ser esta modalidad la más extendida y en boga hoy día. Sin embargo, dicha búsqueda ha resultado fútil, toda vez que nadie parece haberse parado a pensar acerca de esta cuestión con un mínimo rigor. Todo lo más que hemos encontrado es un raquítico y mojigato ensayo elaborado por un individuo que precisamente ofrecía su dirección de correo electrónico para quien le supiera resolver este particular. Nos hemos puesto en contacto con él por dicha vía, confiando que tal vez alguien le hubiera enviado la respuesta, pero al parecer dicha cuenta de correo ya no existe. De modo que gallardamente recogemos el testigo y nos ofrecemos a cualquiera que sepa cuál fue la primera película pornográfica en la que se llevó a cabo la mencionada práctica.

Nuestra hipótesis, insistimos, es que dicha práctica fue propuesta por el cine pornográfico, y luego puesta en práctica por los usuarios anónimos en sus hogares. Consideramos dicha hipótesis lo suficientemente relevante y merecedora de atención, toda vez que sería sintomática de la capacidad del medio audiovisual para influir en los usos y costumbres de la sociedad.

Partimos del supuesto siguiente: la eyaculación facial o “cum-shot” fue un recurso estilístico propiciado en cierta medida por la naturaleza visual del mensaje pornográfico. Estimamos razonable suponer que en algún momento de la historia del porno un realizador anónimo tuvo la brillante ocurrencia de resolver la escena de turno con un clímax que uniera visualmente el esperma, en cuanto que símbolo del orgasmo masculino, con el rostro de la mujer, otro elemento de gran carga significante. No es necesario abundar en la potencia simbólica de ambos elementos, rostro y esperma, y del acto en sí, cuya similitud con el brochazo con el que el pintor dibuja sobre el lienzo nos parece evidente. No en vano se escoge precisamente el rostro femenino sobre otras partes del cuerpo más pedestres o asimilables a la animalidad intrínseca del acto sexual. Ese asqueroso moco blanco es una mancha, sí, pero una mancha a la vez seminal y semántica.

Proponemos por tanto que la eyaculación facial se representa en primer lugar en busca de esta fuerza visual sexual, y sólo a partir de entonces se empieza a practicar, por imitación y con intención expresiva, significante. Retroalimentado por este interés del público, el pornógrafo da rienda suelta a su creatividad, imbuyéndose del espíritu experimental de la actividad artística, de manera que dicha práctica se ramifica explorando todas sus variantes imaginables, buscando siempre ir un paso más allá.

Es por esta inquietud experimental que se acaba recurriendo incluso al individuo que eyacula leche invisible. A pesar de sus recelos iniciales, dicho individuo es tentado con grandes sumas de dinero, es comprado en definitiva, como cuando el Ejército se hizo con unas cuantas ampollas de su fluido seminal para cultivar in vitro soldados semitransparentes destinados a combatir desnudos, con la simple fuerza de sus manos.

Pues también se vendió, para el porno. El tipo era de los Legionarios de Cristo y lo pasó fatal, se le comía vivo el remordimiento y nos consta que se mortifica a diario desde que accedió a que se tomara la siguiente fotografía:

Eyaculación facial de esperma invisible
Y nada más que añadir. Esperando que el tema haya sido de su interés, nos despedimos, yo y el tipo que tomaba café de buena mañana más arriba.